¡¡¡ UNA MAÑANA EN LA SIERRA EN CUSTOM  !!!

            La mañana era fresca al contrario que en las últimas semanas de ola de calor constante. Había ya sacado la moto del garaje y el bicilindrico estaba cogiendo temperatura. La luz de la mañana hacía resaltar los cromados de forma espectacular. Me encanta que la moto esté perfecta siempre. Aún no sonaba acompasada y es que claro, la carburación requiere su tiempo. Acostumbrados como estamos a la inmediatez de la inyección, esto de tener que tirar de estárter y esperar un rato a que todo suene redondo tiene su liturgia.

            Me subo ya en la moto y sin pensar doblo las piernas buscando las estriberas atrás. Aún no me he acostumbro a que aquí no hay que doblar tanto las piernas para poner los pies sobre las plataformas. El gran depósito hace que además tenga que abrirlas ligeramente. El sonoro “clonk” del cambio al meter la primera velocidad marca la salida. Me pongo a rodar y voy enlazando velocidades que meto con el tacón de la bota. El sistema punta tacón es realmente cómodo.

            Llego a la primera rotonda y la paso despacio. Casi tengo que girar el manillar como en un coche. Esto es otra cosa. Casco abierto, girar manillar, cambiar con el tacón… que diferente todo.

            Enlazo con la carretera y tengo que tirar del cambio porque no sé si ya voy en quinta o no. No hay cuenta revoluciones, ni indicador de marcha engranada. Lo hago sin prisa, para asegurarme pero por nada más porque la moto no va forzada. No pasa nada. Simplemente voy en quinta. El cuentakilómetros marca 110. El aire sólo me da ligeramente porque la gran pantalla transparente lo para todo. Casco abierto y oigo el pistoneo del motor y al aire silbar alrededor. Por el retrovisor veo llegar tres luces que se acercan muy rápidamente. Me pasan y me saludan. Perfecto. Adiós. Ya nos veremos o no, me da igual.

Voy mirando a un lado y otro de la carretera. Veo una cosa, veo otra. No hay prisa. Mira que he pasado veces por esta carretera – pienso – y nunca había visto cosas que veo ahora. Es lo que tiene ir sin prisa. Me acerco a un camión y sin bajar marcha – voy a probar, me digo a mi mismo – enrosco el acelerador y sin protestar, el bicilindrico sale disparado. Buena respuesta.

            Las curvas las tomo a la misma velocidad que las rectas, no me voy a la derecha para cerrar la entrada sino que voy por el centro del carril. Un poco de contra manillar y la moto entra sola, sin aspavientos, sin meneos, sin nerviosismos. A mi mente me llegan, sin pretenderlo, canciones de las que yo llamo de rodar; Ese In The Road Again y tantas otras. Me viene también la banda sonora de Los Hijos de la Anarquía. Esbozo una sonrisa mientras negocio otra curva. La mente es prodigiosa cuando se motiva con algo.

Paso El Cabaco y cuando me introduzco entre la arboleda que rodea la carretera de La Alberca, con esos árboles altos y frondosos me da la sensación de estar en algún paraje de Estados Unidos. Voy solo y la carretera rasga por la mitad las arboledas y el sonido del motor lo inunda todo. Hace rato que no miro el cuentakilómetros ¿para qué? Me doy cuenta también que apenas he tocado el freno desde que salí.

Llego a La Alberca. Es temprano y apenas hay nadie. Con un café me siento en la terraza de La Cantina de Elías. La moto aparcada entre las cruces de la entrada al pueblo. Oigo desde aquí aún los golpeteos metálicos de los escapes al enfriarse. Mientras tomo el café pienso que nunca había llegado tan relajado a un sitio. Repaso mentalmente el recorrido y recuerdo prácticamente cada curva. Decido hacer unas fotos de recuerdo y le pido al camarero que me haga una sobre la moto. Es curioso pero tengo varias fotos desde esa posición a otras motos pero nunca subido en una de ellas. Curioso.

Pensando sobre ello con otro café llego a la conclusión de que he descubierto una faceta de las motos que siempre he intuido pero que nunca había conocido. Por primera vez he vivido esa frase tan cacareada de la sensación de libertad con el viento en la cara cuando vas en moto. En otras motos no lo he sentido con esa intensidad, vas mucho más concentrado y pendiente de revoluciones, de cambios de marcha de entrada a curva, de tumbadas más o menos exageradas, de los demás. De un montón de cosas. Sin embargo hoy no ha sido así. Y me ha gustado sentirlo. No me gusta la estética bizarra con la que muchos acompañan este tipo de motos ni me gusta el rollo de algunos moto clubs de este estilo, pero si entiendo ahora algunas de las cosas que cuentan de rodar.

            Hace poco en otra salida vine decepcionado. No lo pasé bien, más bien al contrario lo pasé mal. No me gustó nada porque incluso estuve a punto de irme al suelo. La cuestión es que quise hacer cosas que hacía siempre con otras motos y desde luego no es que sea un error, sino que se transforma en peligro. Ni chasis, ni suspensiones, ni frenos, nada está preparado para hacer otra cosa que para lo que está pensado. También en esa salida me di cuenta que cuando ruedas en grupo, aunque sea pequeño, las monturas tienen que ser de similares prestaciones. Luego irás más rápido o más despacio pero tienen que ser parecidas. O lo pasas mal intentando seguir a los demás, o los demás intentando ir a tu ritmo.

            Pero esta vez sí. Quizá si tuviese que tener una sola moto no sería esta, al menos ahora. Tengo la gran suerte de tener varias. Soy muy afortunado y doy gracias por ello. Pero lo que sí está claro es que me ha gustado mucho y creo que he hecho muy bien en comprarla. Es diferente, es distinto. Requiere otro “chip”. Pero me ha gustado.