Se acaba un año y se avecina otro y esto,
lejos de ser una novedad pasa todos los años y como todos
los años hacemos balance, como decía la canción, de lo bueno
y malo, y ya forma parte de la tradición no escrita hacer un
montón de propósitos más o menos creíbles para el nuevo año.
La verdad es que ha
sido un año muy duro para la mayoría de la gente, sobre
todo, porque lo que ha hecho este año ha sido añadir más
dureza a años que ya venían siendo difíciles. Todos en
nuestro entorno hemos tenido allegados, familiares, amigos o
conocidos a los que la crisis ha dejado sin trabajo, o sin
empresa o ha reducido sus ingresos o cualquier otro daño
colateral.
Lo cierto es que la
alegría se ha reducido y es penoso ver como alrededor no
existe ese contento e incluso a veces se refleja en tristeza
en las propias caras de la gente. Cuando en tu día a día
sólo ves problemas y más problemas al final eso se traslada
a tu vida personal y se transforma en apatía, en pocas ganas
de hacer cosas y no te comportas con el desparpajo que
habitualmente tienes. Eso al menos a mí, me ocurre. Sin
saber muy bien por qué y lo que es más triste, sin pararte
siquiera a analizarlo, dejas de hacer las cosas que
normalmente haces y sólo te das cuenta cuando alguien te
dice – Eh!, ¿qué pasa contigo, que he dejado de verte por
aquí? –
En realidad lo que
sucede es que nos hemos vuelto tontos y abducidos por una
especie de fiebre consumista que nos lleva a pensar que sin
tener las espaldas bien cubiertas no podemos hacer nada y
hemos dejado de darle importancia a las pequeñas cosas que
nos aportan los momento de verdadera felicidad, que son
efímeros, pequeños, pasajeros pero que no sabemos
aprovechar.
El otro día estaba
con Javi tomando un pincho y una caña. 4 euros. Lo alargamos
y fuera de nuestro entorno habitual pasamos un rato muy
agradable. Coincidió además que se unieron a nosotros
familiares a los que vemos muy poco. Nos reímos un rato
largo recordando cosas.
Luego, simplemente, dimos un paseo por la Plaza Mayor en un
día de esos que hacen famosa a nuestra ciudad, con frío,
mucho frío pero con un sol y una luz que hace que la piedra
de las fachadas de piedra de Villamayor tenga ese color
mágico y desconcertante. Nos quedamos un rato en el medio de
la Plaza charlando y haciéndonos bromas. Miraba a mi
alrededor y veía a más gente haciendo lo mismo, simplemente
disfrutando del momento, de los amigos, de los familiares,
de los niños… 4 euros. Quizás en otras circunstancias
hubiésemos tomado dos o tres cañas más e incluso nos
hubiéramos ido a comer por ahí, pero esta vez no. Podríamos
haber ido a comer a su casa, o a la mía y por la tercera
parte de lo que nos cuesta en un restaurante habríamos
compartido una buena sobremesa y haber continuado
disfrutando de la compañía de una agradable tertulia, pero
no lo hicimos y simplemente nos quedamos un rato ahí. Por
suerte, en nuestro caso, podríamos haberlo hecho pero no
hizo falta.
No sabemos
aprovechar esos cortos momentos y parece que hasta no
queremos hacerlo, que nos cuesta porque no tenemos delante
un vino de 30 € con un menú de 50 euros. Y eso parece que
nos pasa con las motos. Parece que es necesario tener
siempre el último modelo, el último casco, los últimos
guantes. Recuerdo mis primeras salidas en moto, con lo
básico y como poco a poco me fui equipando, cada vez una
cosa, hoy las botas, en un tiempo los pantalones de cordura,
entonces era sólo gore-tex, y así hasta terminar de
equiparme. Me acuerdo que los guantes había que cambiarlos
porque se deshilachaban, y sólo entonces te animabas a
hacerlo. Ahora parece que si no llevamos el último grito en
no se qué no nos vale. Cierto es que la tecnología avanza y
que los materiales mejoran y dan más protección pero se nos
va la cabeza con estas cosas.
Hacer una ruta de
vez en cuando y disfrutar de lo que nos gusta con la gente
que nos gusta es algo difícil de superar y cuando paramos
con amigos ante una vista espectacular un día de ensueño de
esos que de tanto en tanto salen para ir en moto, es un
momento de felicidad que no sabemos aprovechar. Quizás he
tenido que hacer un esfuerzo para estar ahí, simplemente
para salir de casa y gastarme casi veinte euros en gasolina
y 2 euros en un café y a lo mejor tengo que tardar en salir
porque necesito el dinero para otras cosas, pero sólo pienso
en eso, en que tardaré en salir y no aprovecho el instante,
el momento corto y rápido pero que es lo que me da la vida.
Mi único propósito
para este año es simplemente saber disfrutar de mis pequeños
momentos y lo que haga, sea mucho o poco, que me merezca la
pena hacerlo. Quiero saborear y recrearme en la pequeñas
cosas y que las demás sean, simplemente, un regalo. No haré
tantas cosas como otros años pero me comprometo, conmigo
mismo y con los que compartan ese momento, a recrearme en él
y a disfrutarlo como si fuera el último, porque además
pudiera serlo. Todo pasa en 30 segundos incluidas las
desgracias y nada de lo que no hayas hecho, si llega ese
desgraciado momento, sirve para nada.
FELIZ Y PROSPERO AÑO
NUEVO A TODOS!!!!!! |