Vuelta de Jerez

            Hemos vuelto de Jerez. Esta frase, que parece simple, encierra muchas cosas. Las presiones de nuestro entorno para evitar que viajemos en moto son tremendas. En el fondo siempre ha sido un poco así, es decir, que todos aquellos que no montan en moto alucinan con el hecho de hacer un viaje tan largo en moto; siempre se ha visto como algo peligroso, sin embargo, esta vez, ha ido, a mí entender, más allá. Esto, es el resultado de una presión mediática constante y metódica sobre la peligrosidad de las dos ruedas.

            Las motos son peligrosas. Eso está claro para todo aquel que no mente en moto. Así l entienden las autoridades, las compañías de seguros, tus familiares, tus vecinos etc. Sin embargo no es cierto. Si hacemos un paralelismo con algo que puedan entender tantos los moteros como los que no lo son, podríamos hacerlo con las pistolas por ejemplo. Para mí, las pistolas no son peligrosas, lo peligroso es la velocidad con la que vienen las balas. Con las motos pasa algo parecido; En sí no son peligrosas las que las hacemos peligrosas somos nosotros y lo que nos rodea. Pensar que un vehículo de dos ruedas no entraña más riesgo que uno de cuatro es ilógico. El que no lo entienda así, y monte en moto, tiene muchas papeletas compradas para el sorteo de una caída.

            Ahora bien; este fin de semana las noticias de siniestralidad arrojan veinte muertos y la mitad de ellos (a bombo y platillo) son motoristas. Sin embargo, si buceamos un poco en la noticia  veremos que la mitad de los motoristas accidentados lo han sido por culpa directa de automóviles. Del resto, la mitad han sido scooters (en un solo accidente dos). Si a esto añadimos el buen tiempo reinante que hace que la gente recupere del garaje las motos olvidadas en meses, gente que volvía de Jerez (el viernes aún veía yo en la N-630 motos volviendo cargadas de equipaje), y el espectacular aumento del parque, la estadística se modifica una barbaridad.

            Pero cuidado, la explicación de la estadística no nos debe hacer perder de vista el drama que significa. Sin embargo, y volviendo al principio, no me extraña que nuestro entorno intente meternos en la cabeza que no deberíamos ir a Jerez. Ahora bien, quiero reflejar en estas líneas que llevo muchos años bajando a Jerez, desde la primera edición de todas. Aquella en la que aún te podías encontrar a Sito Pons, a Cardús, a Garriga a Angel Nieto sentados en las terrazas del Puerto de Santa María. Ahora eso es impensable claro. Pero no nos desviemos; repito que llevo muchos años bajando a Jerez y quizás sea la primera vez que me ha sorprendido por el civismo, el buen comportamiento del conjunto. Incluso en el propio viaje. He visto mucha tranquilidad y buen hacer. ¿Qué hay cafres? ¡Toma claro que los hay! Pero es que incluso forma parte de esto como grupo heterogéneo que somos. Claro que, y entiéndase bien, quizás le hemos fastidiado un poco al amigo Pere Navarro que busca incisamente razones para demonizarnos.

            Quizás debería sorprenderme de haberme sorprendido por haber encontrado tranquilidad y civismo. O no. No se que es mejor, si haberme sorprendido porque implica un cambio o ese cambio debería haber venido mucho antes.

            No se. Pero en cualquier caso es una buena noticia. Hemos vuelto casi todos de Jerez. ¡Hasta el año que viene!