Acaba de terminar el mundial y somos
campeones. A través de esta página web lo hemos podido
seguir casi “on line” gracias al curro de Javier Castilla.
Igualmente, este elemento subversivo organizó una caravana
de banderas que estuvo curiosa y que hizo llenar nuestra
ciudad de colores y sonidos. Y a eso precisamente me quiero
referir.
Este país es tremendamente curioso y
paradójico. Hace falta un acontecimiento como el mundial de
fútbol para que los españolitos saquemos las banderas y aún
más, hace falta algo así para que no nos avergoncemos de
nuestra bandera. En nuestro propio entorno motero, en
nuestra sede, el Western, ha sucedido que cuando he llegado
con un polo que tenía la bandera española, alguno me ha
torcido el gesto, e incluso alguno se ha negado a ponerse
uno de los polos del moto club “ruedas charras” porque en
los bordes de su cuello tenía la bandera.
No voy a hablar de política. Hay una
máxima que aprendí y es que nunca se debe hablar de política
ni de religión con alguien que no es muy de tu entorno.
Nadie es capaz de convencer ni dejarse convencer y puede
crear estados de mucha tensión y animadversión. Tampoco voy
a entrar en que las personas asuman o no, o aprecien o no, o
simplemente se sientan identificados o no con la bandera.
Eso es una elección personal tan respetable como cualquiera.
Y a eso voy.
Uno, está algo viajado por esos
mundos de Dios. Cómo es lógico, los españoles, no estamos
solos en el mundo aunque a veces tendemos a pensarlo. Así
pues uno mira y compara, y cuanto más mira y compara más
alucina. Vamos a imaginar un viaje en moto por Europa. Salgo
por los pirineos y me meto en Francia, país bonito donde los
haya. Tan bonito que Dios después de ver lo bien que le
quedó decidió hacer a los franceses para compensar. El caso
es que uno pasa los Pirineos y empieza a ver banderas
francesas por cualquier lado. En las áreas de servicio, en
muchos camiones, en muchos sitios. No es un atracón de
banderas, pero hay muchísimas, y precisamente, sin ser un
atracón llama la atención porque uno no está acostumbrado.
Francia siempre ha sido adalid de las izquierdas, de los
derechos, de las libertades, de hecho su lema es “libertad,
igualdad y fraternidad”, y han alternado izquierdas y
derechas con total normalidad y ninguno ha renegado de su
bandera ni su lema. De hecho su himno, es un canto a
libertad.
Paso Francia y entramos en Italia a
través de Ventimiglia. Viaje bonito y recomendable en moto
por la Costa Azul. Nada menos que trescientos túneles en una
autovía que la recta más larga no será más de 5 kilómetros y
quizás exagero. Vistas espectaculares de Mónaco, San Marino,
etc. Dejo las banderas francesas y me encuentro con las
italianas. En muchos sitios. Igual que en Francia, y no dejo
de pensar que Italia, ha sido cuna de guerras entre
ciudades, con el Vaticano, entre regiones y como país unido,
no tiene más de 250 años, desde Garibaldi. Pero nadie se
acuerda de eso más allá de las rivalidades típicas entre
ciudades y zonas. Pero banderas, lo que son banderas, por
todos lados.
Ahora, vayamos a Alemania,
a Holanda, a Bélgica, a Dinamarca y ya no hablo de Gran
Bretaña. Siempre es igual. Están orgullosos de ser lo que
son. ¿Eso quiere decir que estén dispuestos a morir por su
patria y que sean legionarios (con todos los respetos) en
potencia y que se peguen con su padre por su país? NO. En
absoluto. Eso quiere decir que son lo que son y que un
francés, un italiano, un alemán, un inglés, ven en un
producto “Made in su país” y lo compran orgullosos y
contentos. Nosotros vemos un “made in spain” y nos ponemos a
temblar. ¿Un ejemplo? Un francés se compra encantado de la
vida un Renault, un Citröen, un Peugeot porque son
franceses. Un español ha empezado a comprar SEAT porque es
alemán. Antes no, porque no había otra cosa, pero cuando
empezaron a llegar las marcas de fuera SEAT se hundió, y
Pegaso y Barreiros, y Ossa, y Sanglas, y Montesa y Bultaco.
Eso lo que quiere decir, es que un “enfant de la patrie” es
eso, un enfant de la patrie. Y ese enfant se cagará en todas
las muelas de los políticos de su “patrie” por la crisis,
por los impuestos, por los enchufes, por el precio de las
cosas, por el paro, por la inseguridad ciudadana, porque no
se pueda ir de vacaciones, por todo. Pero es un “enfant de
la patrie” porque una cosa no está reñida con la otra.
Nos da vergüenza nuestra
bandera. La relacionamos con nuestra época oscura, con el
franquismo. Han pasado 35 años y todavía nos dura. Ver una
pulsera, una camisa, un polo con la bandera es pensar que
esa persona que lo lleva es facha. Eso sí, todos nos ponemos
ropas con Italia, con USA, con England y nos parece tan
normal. Curioso ¿no?
Yo me siento orgulloso de
ser español, para lo bueno y para lo malo. No por eso me voy
a invadir Perejil, ni voy a ponerme un aguilucho caduco y
trasnochado, ni me voy a la Plaza de Oriente ni a ponerme
una camisa azul. No. Nada de eso. Me gustan mis cosas, mi
mundo, nuestra forma de ser aunque a veces me saque de
quicio. Me gusta la siesta, los pinchos, el cocido, la
paella, Barcelona, Bilbao, Sevilla, Madrid, Galicia y el
levante. Me gusta Cabo de Creus y Finisterre. Me gusta el
sol y la playa. Me gustan nuestras montañas. Me gusta el
calor del sur y el frío del norte. Me gusta Jerez y Montmeló.
Me gustan Pingüinos y los Toros Bravos. Y todo eso, todo lo
que me gusta lo representa un trozo de tela, roja y gualda.
Podría ser blanca y azul o multicolor. Pero es roja y
gualda. No puedo cantar como los “enfant de la patrie”, pero
tengo mi “chunda, chunda” y no pasa nada.
Por eso, el otro día, me
encantó la iniciativa de Javi. Ni el ni yo pensamos igual.
Ni mucha gente de la que fue y conozco. Unos son de
derechas, otros de izquierdas, otros del centro y otros de
“pa dentro”. Pero todos éramos españoles. Y lo mejor de todo
fue, como dijo aquel:
-
Que no pasa nada, pero que
aún pasando que sepas, que ser, eres. –
-
¿Qué soy qué?
-
ESPAÑOL.
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