VIVA JEREZ

Hola amigos moteros. En breve llega Jerez. Todos sabemos lo que eso significa. Jerez supone nervios de última hora, supone dormir poco o nada la noche anterior; supone compras de cosas cuando ya casi no hay tiempo: supone tocar las narices al mecánico con la revisión cuando faltan sólo dos o tres días (y encima no entendemos el cabreo del mecánico ni aún viendo unas motos encima de otras). Jerez es todo eso y muchos planes más. 

Jerez siempre ha sido así. Es quizás, el viaje del año. Cuando no puedes ir y ves las motos cruzando la ciudad te entra un “no se qué que pa qué”. Estás cabreado con el mundo, con la parienta o pariento porque no te ha dejado ir, con el trabajo porque no por su culpa no puedes ir, con la mierda de sueldo que no te ha permitido arreglar la moto para ir. En fin, estás cabreado con la vida en general. 

Y en realidad, si lo piensas con detenimiento Jerez carece de sentido. Vas a las carreras. Ya. Las carreras. Las dichosas carreras, no nos engañemos, como se ven bien es en la tele, con una cerveza, unas patatitas, unas olivitas y repitiéndote una y otra vez esa pasada que en el circuito no viste, o esa caída que tampoco pudiste ver. ¿Y por qué no lo viste? Pues no los viste por la sombrilla del delante, o porque el tío / tía se puso de pie cuando no debía, porque la que está sentada cuatro sentajos más allá, le sale el tanga por encima del pantalón y te ha despistado, porque te han pasado la bota de vino en el peor momento, porque la muñeca hinchable que se pasan unos a otros (siempre hay una muñeca hinchable en los circuitos) te ha caído en ese momento encima, porque el de detrás que aún no se ha acostado, te ha tirado toda la cerveza por encima. ¡Y ya no te digo si te toca con unos valencianos que tiran tracas cada cinco minutos!.

En verdad, el lío de Jerez empieza un par de meses antes. Y empieza por darle vueltas a la cabeza a ver como le explico yo a la parienta/o que me tengo que gastar tropecientos euros en revisar y poner a punto la moto. Primera bronca. ¡Pues empieza bien  Jerez! ¿Pero que tiene Jerez que motiva una bronca a dos mese vista? Pues que me encanta el nerviosismo de la preparación. Y me encanta porque siempre quedas con gente que sabes de sobra que no encontrarás, pero a la tercera cerveza ya has quedado con medio bar, pero señor, ¿para qué coño quedas con nadie? Te vas a pasar todo el campeonato busca que te busca; Venga a esperar en las gasolineras. Llamas al móvil y no te contesta, ¡pero si es que va en la moto gilipollas! Luego te llaman a ti ¡pero si ahora eres tú el que vas en moto! 

¡Ah no! Que es que voy a Jerez por el ambiente! Claro, claro, el ambiente. Mola mogollón. Vas por la calle asustado, con los ojos girando más que los de un camaleón, para ver por donde viene el cafre de turno haciendo un caballito con la CBR2500RRRR de última generación, que con lo que cuestan nunca logras entender como lo hacen, porque claro, tu ahorrando como un gilipollas, haciendo el rodaje sin pasarte ni 100 rpm de lo que el mecánico te ha dicho, frenando a veces a golpecitos a veces seguido porque claro, las pastillas y los discos… y llega ese cafre (que son unos cientos) y se caga en tu rodaje, en tus ahorros y te enseña como se hacen las cosas. Y tú te preguntas, ¿pero es que esa moto no se estropea? ¿Es que esas ruedas son eternas? En fin, primero te cagas en el cafre y luego te mueres de envidia. Decides ir a comer. A comer. ¿Dónde?, ¿a que hora?, ¿y que me van a dar de comer? Porque algo aprendes cuando vas a Jerez: Tu puedes pedir lo que te de la gana, pero comerás a la hora que puedas, lo que les quede, donde ellos quieran y por supuesto, ni mires la cuenta. Paga, cállate y come porque no sabes cuando lo podrás volver a hacer. 

¡Ah, que vas por el viaje! Que majo el viaje. La verdad es que es comodísimo. Vas rodeado de bultos que no sabes como apañar. Cada vez que paras en la gasolinera, la puñetera bolsa del depósito se cae y tardas un montón en encontrarle de nuevo la posición. Al principio va bien, luego mezclas los billetes en la cartera, no sabes donde los metes, los tickets de las gasolineras ya no sabes donde meterlos porque te da apuro tirarlos. Mola el viaje. Vas encantado mirando todas las sombras, los árboles, los pilares de los puentes, los setos, las incorporaciones. Es como jugar a ¿Dónde está Wally? ¿Y quién es Wally? Pues un señor de verde aceituna, con cara de Yoda el de Star Wars con un arma letal en la mano llamada Radar. Pero mola el viaje. Y mola la llegada al circuito, tranquila, sin agobios, sin calor debajo del casco ni esas bocanadas de aire ardiendo que saliendo del motor buscan tus pelotas como si les fuera la vida en ello. ¡Ah, y puedes aparcar donde quieras! ¡Y sin peligro para tu moto!

Jerez es así. Y a pesar de todo vuelvo a sentir ese “come come” de todos los años. ¿Será que no tengo remedio? ¿Seré masoquista? ¿O será simplemente que soy gilipollas? Los moteros somos así. No me extraña que los demás piensen que estamos locos.