¡¡¡ LA VIDA PERFECTA !!!

     La crisis del 2.008 al 2.012. En eso pensaba Javier mientras veía pasar fugaz el paisaje a través de la ventana. Se desplazaba a gran velocidad, en absoluto silencio, sólo roto de tanto en tanto por alguna persona que se movía alrededor. El aerodeslizador de transporte no transmitía vibración alguna. A su lado, con la cabeza apoyada en su hombro estaba Catalina. Catalina era su pareja desde hacía ya mucho tiempo, algo que en aquella época de absoluta promiscuidad y ausencia de compromiso era extraño.

                        Aquel viaje a Salamanca había sido idea de Javier y Catalina había decidido acompañarle porque le tenía preocupada desde hacía tiempo. Javier estaba raro, pensativo y ausente, y no lograba transmitirle la razón. La mirada de Javier estaba perdida en el horizonte. El viaje a Salamanca desde Barcelona, donde residían duraba sólo una hora, pero hacía mucho tiempo que no regresaba a su tierra y el paisaje le atrapaba. Catalina esperaba que aquel viaje sirviese para algo.

                        Los viajes eran escasos en aquella época, porque a pesar de la velocidad con la que podían hacerse, las restricciones eran muchas. Todo estaba pensado para que las personas se moviesen lo menos posible. La crisis del 2.008 lo había transformado todo. Javier no había nacido aún, pero había leído mucho sobre el tema y lo conocía a fondo. Aquella crisis transformó el modo de vida de todo el planeta. La crisis trajo consigo muchos dramas familiares, millones de personas sin trabajo, guerras y conflictos. Los consumos mundiales de todo tipo se hundieron, las fábricas, las empresas, todo tuvo que parar. Los grandes lobby´s mundiales, aquellos que en realidad dominaban el mundo a través de la economía se dieron cuenta, por primera vez, que el mundo se les había ido de las manos.

                        Esos lobby´s decidieron cambiar el orden de las cosas. Dejaron de fabricar armas, coches, artículos de caza, aerosoles, y todo aquello que fuese susceptible de ser dañino. Se crearon grandes fábricas de artículos de ocio, se llenaron las viviendas de avanzadísimas domóticas que con grandes pantallas, sistemas de reproducción de audio y sonido, juegos súper interactivos virtuales, que te permitían ser quien tu quisieras, juegos incluso sexuales. Se revolucionó la telefonía móvil, con videoconferencias a velocidades de vértigo, con aplicaciones infinitas. La economía se reactivó con todos los nuevos productos que había que fabricar y distribuir. Se crearon enormes centros comerciales y de ocio llenos de actividades y atracciones inimaginables. Los sistemas de transporte eran limpios, sin contaminantes, pero que no se conducían, se programaban y simplemente te llevaban. Se construyeron grandes centros deportivos donde la gente acudía en masa para ver el deporte rey y casi exclusivo; el “FootSocc”. Era una mezcla entre fútbol europeo, rugby y fútbol americano que subyugaba a esas masas.

Todo era perfecto. Ese era el problema, pensaba Javier. Desde hacía tiempo notaba una desazón en lo más profundo de su ser. Todo era perfecto y las personas de su entorno así lo pensaban. Pero para el no lo era. Los días transcurrían sin sobresaltos, sin problemas, pero sin sensaciones, sin palpitaciones, sin vida. Cada día que pasaba era uno más, y en el fondo, el amanecer de cada día no quería decir otra cosa que había acabado el día anterior. No había sentimiento en nada y ese vacío cada vez era más grande y más profundo. Catalina le miró. En realidad él había intentado explicarle todo, pero ella no conseguía entenderle. ¿Qué le faltaba? ¿Era por ella? Las preguntas se repetían siempre igual y las respuestas también.

                        Después de darle mil vueltas, de buscar mil respuestas sin hallar ninguna, de pronto un día le vino un pálpito que fue creciendo en su interior. Ese pálpito fue transformándose en una idea, y esa idea en una figura. La figura era la imagen de su abuelo. ¿Por qué? – Pensó extrañado - ¿Qué razón había para ello, si apenas había tenido contacto con él? Al principio no cayó pero al final encontró la razón; su abuelo había vivido aquella otra época, anterior a la gran crisis. Era muy mayor pero sabía que conservaba su mente intacta. Le había llamado y había organizado el viaje. Catalina no sabía que iban a encontrar, ni creía que aquello fuese a ser la solución, pero le acompañó.

                        Llegaron a Salamanca y allí, en la Terminal no había nadie esperándoles. Javier esperaba ver allí a su abuelo. Sufrió una primera desilusión. Organizar aquel viaje había costado mucho, pedir favores, dinero, ¿y si ahora no servía para nada? Fuera, los taxis sin conductor estaban debidamente estacionados. Entraron, pasó su reloj lleno de chip´s  por el lector, el sistema aprobó su crédito y tecleó la dirección en el panel táctil situado en la parte central del salpicadero. El taxi se deslizó con suavidad y silencio. Llegaron a una casa, en las afueras. Era muy antigua, de ladrillo, con un cuidado jardín rodeándola. Con nerviosismo, se acercaron a la entrada y una puerta blanca se abrió. En su quicio se recortó la figura de un hombre mayor. Era corpulento, alto, ligeramente encorvado hacia delante. Tenía el pelo totalmente canoso. Antiguas gafas metálicas cuando nadie las usaba gracias a las operaciones de láser. Se miraron largamente. Ninguno parecía querer dar el primer paso.

                        - Eres Javier – dijo el abuelo, más que una pregunta era una sentencia. Algo evidente. – No tengo imágenes tuyas desde hace mucho tiempo, más del que debiera, pero sin duda eres tú – El reproche era evidente – En esta sociedad de la que os habéis enamorado nadie se preocupa de los demás. -

                        Las palabras resonaron como un látigo en los oídos de Javier. ¡Alguien criticando a la sociedad! Catalina miraba con estupor, ora a uno, ora a otro. Se acercó a su abuelo.

                        - ¿A que has venido? – Preguntó – No traes equipaje, así que me imagino que será como la visita del médico. ¿Qué quieres? -

                        - No lo se abuelo – contestó sincero Javier. – No lo sé. -

                        El abuelo le miró con renovado interés. Javier le devolvió una mirada triste, lánguida pero al mismo tiempo ansiosa. El abuelo sintió la desesperación del nieto y algo le golpeó más allá de los reproches que tuviese que hacerle, porque era su nieto y eso es lo que importaba.

                        - Yo si lo sé. No sientes nada. Eso es lo que te pasa. – dijo. El corazón de Javier dio un vuelco. Su abuelo lo había definido perfectamente. El abuelo cerró la puerta tras de sí. Se acercó a su nieto y puso su mano sobre su hombro. – Ven – le dijo.

                        Dio la vuelta a la casa y abrió la puerta del garaje. Al fondo una pared. Con un mando apuntó a la pared y esta se abrió. Javier miraba atónito, sin entender. Era  un lugar secreto y oculto. Encendió la luz y la estancia se iluminó. La luz incidió sobre una máquina. La máquina, de color naranja relucía. Delante, un foco de formas un tanto indefinibles, sobre algo que parecía una rueda de caucho, brillante. Desde delante, mirándola un tanto de lado, la máquina tenía un aspecto amenazante, como un halcón a punto de lanzarse sobre su presa. Javier, seguía sin entender nada. Rodeó la máquina y pudo ver una especie de cañones que salían por cada lado de otra rueda de caucho en la parte de atrás. Unos caracteres que parecían japoneses estaban sobre el lateral. En la parte central unas letras; SUZUKI.

                        - Sube – Dijo de pronto el abuelo – Sube como si te sentaras en una silla desde atrás.- El nieto obedeció. Se sentó y puso sus manos sobre el manillar, inclinándose hacia delante. Seguía sin entender nada. Nunca había visto una cosa así.

- Te diré lo que te pasa Javier. Nunca has sentido palpitar bajo tu cuerpo algo que parece que no puedes controlar. Nunca has sentido unas vibraciones y un silbido atronador. Nunca has notado como el viento te golpea, te rodea y al mismo tiempo te acaricia. Nunca has sentido como tu corazón se encoje por la aceleración. Nunca has notado como se pierde tu respiración cuando llegas demasiado rápido a una curva. Nunca has notado como la adrenalina te golpea y hace que tiembles sin importarte. Nunca has sentido como la libertad de ir a donde tú quieras te llena de una satisfacción sin límite. Nunca has tenido en tus manos la diferencia entre la vida y la muerte, entre lo lógico y lo demente, entre lo racional y lo irreflexivo, entre el bien y el mal. -

El nieto se quedó perplejo, Atónito. Absorto.  

- Pero abuelo, todo eso…, todo eso que me cuentas, ¿todo eso es lo que representa esta máquina? –

- ¿Ves esa palabra que hay ahí escrita? –

Javier leyó con cierta dificultad: “Hayabusha” Aquella palabra, desconocida para él, de pronto simplificaba toda su desazón en una sola respuesta. Todo aquello que su abuelo le explicó se concentraba en aquella palabra que ya golpeaba su mente con firmeza; “Hayabusha”.

El abuelo se acercó a la máquina, introdujo un objeto metálico dentado en el centro del manillar. Unas luces se encendieron en los relojes y las agujas de los mismos cobraron vida. Pulsó un botón rojo en el puño del manillar. Un sonido atronador surgió de los dos cañones traseros. Javier sintió las vibraciones, como si aquella máquina hubiese cobrado vida y se la transmitiera a él, y todas las palabras de su abuelo resonaron en su interior y como un torbellino le inundaron.

Ahora sentía. Por fin sentía.