La sonrisa de Tomizawa

 

 

He querido, o he necesitado dejar pasar algo de tiempo para escribirte, Tomizawa Shoya. En una sociedad como la nuestra, en la que un telediario, puede pasar de mostrarnos imágenes de un genocidio en directo a dar paso a la última excentricidad de la diva de turno, entre el primer y el segundo plato, con la mayor naturalidad, la muerte de un piloto joven como tú podría pasar como una anécdota del día, un ejemplo de mala suerte, un recordatorio de lo que les puede pasar a los que viven al lado del abismo.  Cuando escribo estas líneas han pasado trece días desde que nos dejaste y sigo sintiendo en mi interior una pena sencilla y sincera que se concentra en una palabra que a buen seguro, comparten muchos de los que nos sentimos moteros.

Duelo.

Puede que el día que por casualidad, vi por televisión una entrevista que te hacían en TVE, dejaste de ser para mí un nombre más en la parrilla, y pude atisbar que eras un joven alegre, vital, y contrariamente al tópico sobre los japoneses, bastante extrovertido. En ese momento, pensé que me caíste bien, y empecé a interesarme más por tu evolución deportiva, tu lucha por ser mejor cada día en tu profesión, que era a la vez tu sueño.

No existen palabras para calificar la sensación de frustración, de vacío que se percibe ante la visión de una vida truncada antes de tiempo. Sólo nos queda el consuelo de pensar que viviste la vida que soñaste. Y, parafraseando a alguien a quien también hube de descubrir que iba a echar mucho de menos, gente como tú nos hace sentir que la vida puede ser maravillosa.

Hasta siempre Tomizawa-san.

                            José Manuel Guijo Cordón